sábado, 21 de noviembre de 2015

Sobre la Economía, 1 parte



Cuando usted se compra un Audi, un BMW o un Mercedes, y lo hace a crédito, su concesionario lo pedirá a un banco o una financiera con sede en España, que se lo ingresará íntegramente en la cuenta. Luego pedirá el automóvil a la fábrica alemana y usted lo pagará en cómodos plazos.
¿Ya está?
De ningún modo. Su banco no pagará con dinero a la fábrica alemana sino que firmará un documento a un banco alemán, para que este pague con dinero real a esa fábrica alemana.
Cuando llegue el vencimiento, tanto el de su coche como el de otros miles, el banco alemán pedirá su dinero al español, que, evidentemente, no tendrá la suficiente liquidez para afrontar semejante dispendio. El banco español, antes de pagar al banco alemán con el dinero recibido de sus plazos, ha tenido que comprar deuda y prestar a otros clientes no tan formales como usted. Lo más probable, entonces, es que el banco español pida liquidez al banco de España, que se la dará a un precio muy bajo, tras emitir deuda o fabricar billetes, ya que tampoco puede hacer frente a las decenas de miles de coches, ordenadores, televisores, aviones, trenes, barcos, edificios, etc. que el país ha comprado en ese tiempo.
Contrariamente a lo que se cuenta, no es Alemania la ganadora sino la que más puede perder, puesto que su bienes salen al exterior a cambio de unos documentos, que no dejan de ser una hipotética promesa de pago, por parte de alguien que nunca podrá pagar y que cada año deberá más.
Usted seguramente me dirá que no es tan sencillo. Pues debo decirle que si lo es. En estos momentos Alemania, por poner el ejemplo más visible por su efecto mediático, se está vaciando de los bienes que produce, a cambio de algo tan virtual como engañoso. Para simplificar y como ejemplo, diremos que los pensionistas alemanes dependen que esos pepelitos firmados por docenas de bancos españoles, portugueses, griegos... se conviertan en auténtico dinero; mientras, solo les queda esperar y vivir de esa promesa en forma de bonos.

Un país no puede endeudarse eternamente. Eso es como si usted tuviera un cliente, del que para cobrar le tuviera que fiar cada vez un poco más y sin parar. Usted con razón dirá que no solo no es un buen cliente, ya que con él no solo no podrá utilizar sus beneficios, sino que llegará un día que ni siquiera recuperará lo invertido.
Un país no puede estar
imprimiendo billetes a cambio de nada, aún menos si la moneda no es suya sino compartida y regida por unas reglas que limitan su emisión. Si la masa monetaria de un país crece más que su masa productiva, invariablemente entrará en inflación; tal como si hace lo contrario, entrará en deflación.
Un país que de manera estructural consume más de lo que produce, solo tiene una salida, crear burbujas financieras de manera periódica, sea a través de algo tangible como el suelo, o de algo intangible como sus activos financieros, con la consciencia que dichas medidas son como una salsa de tomate, que sabes que caduca, pero no cuando lo hará.

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