martes, 1 de diciembre de 2015

Sobre la eficiencia ecológica, 1 parte

Fotografia cedida por Albert Taxonera


No es fácil ser un ecologista eficiente. Se puede militar en un partido verde o en una asociación ecologista, tener más o menos sensibilidad por el medio ambiente, y, sin embargo, ser desbancado en efectividad por otras personas ajenas a tanta sensibilización mediática.
Ser eficiente en materia ecológica significa consumir con respeto hacia el medio ambiente, utilizando lo justo para sobrevivir, sin menoscabo por el disfrute de la vida, y a reciclar con inteligencia.
No se trata solo de separar los residuos que producimos sino de generar los imprescindibles, sin necesidad de afectar nuestra calidad de vida.
Llenar el contenedor con los plásticos que desechamos puede que tranquilice nuestra conciencia, pero no resuelve el problema. Para que esos plásticos vuelvan a la cadena consumista, primero hay que trasladarlos a los centros de reciclaje, separarlos y procesarlos a costa de gran cantidad de energía, mayor casi siempre de la que se precisa para producirlos a partir de materia prima. De lo que se trata, pues, es de utilizar la menor cantidad posible.

Si usted entra en una gran superficie y compra una típica caja de bombones, expuesta en un precioso stand iluminado por grandes focos de luz y ambientado con exuberancia de adornos, con los bombones maravillosamente presentados en sus cajas de cartón envueltas por un fino envoltorio de plástico transparente, con un soporte troquelado en su interior para que esos bombones no se muevan, envueltos cada uno de ellos en papel metalizado; y con un magnífico pliego de papel, separado por otra lámina de plástico, donde se explica la historia de la empresa. Esta caja, antes de ser expuesta, ha sido separada de un lote de veinte, envuelto también por plástico, que previamente también había sido separado de su palé recubierto de film. Usted ha de saber que está comprando y consumiendo el mismo peso o más de envoltorio que de chocolate. Pero la cosa no termina aquí, ya que seguramente esos bombones han sido producidos a cientos o miles de kilómetros de su destino, con ingredientes llegados de otros países y continentes.

Si usted gusta de bombones, no lo dude, vaya a la pastelería de su barrio y cómprelos a granel. Seguramente le saldrán más baratos y de más calidad, beneficiará a su vecino pastelero y se ahorrará un viaje en coche a la gran superficie; y, lo que es más importante, le hará un favor al planeta.

Si a usted le gusta el melón, no lo dude, en algún momento estará barato, señal que es su tiempo y ha sido cosechado en un lugar cercano. Si por contra sale caro, piense que viene de lejos, habiendo consumido mucho carburante para su transporte, embalaje y frigorías para mantenerlo fresco. Y no se preocupe, cuando los melones empiezan a escasear, hay abundancia de ciruelas, peras y manzanas, de modo que vitaminas no le van a faltar.
Y no hace falta que consuma vino o licores de tierras muy lejanas, el de la comarca suele ser el que mejor se adapta al paladar de la cocina que sale de ella.

.

1 comentario: